En macrobiótica estudiamos el efecto que tiene el alimento que tomamos con las emociones que nos suceden. Existe una relación muy íntima entre alimentación y emociones que la medicina moderna no tiene demasiado en cuenta y que es muy importante conocer.
Todo aquello que ingerimos pasa por un proceso de digestión, que nos permite extraer del alimento los nutrientes necesarios para formar parte de nuestra sangre, que servirá a su vez de “alimento” para todas nuestras células. Entonces dependiendo de qué tipo de alimentos tomemos y cómo de buena sea nuestra digestión, obtendremos una sangre de mejor o peor calidad que nutrirá a todo nuestro cuerpo. Dentro de nuestro cuerpo tenemos al cerebro, que es uno de los grandes “consumidores” de nutrientes de la sangre. El cerebro entre otras funciones se encarga de interpretar todo aquello que se produce a nuestro alrededor y reaccionar en consecuencia. Entonces si nuestra calidad de sangre no es lo suficientemente buena el cerebro no será capaz de interpretar correctamente los estímulos externos, y reaccionará con diferentes tipos de emociones que podemos calificar de extremas, que son resultado de una alimentación desequilibrada.
Un ejemplo muy claro de esto lo podemos observar cuando tomamos estimulantes, como por ejemplo el alcohol. Si ahora mismo nos bebiéramos tres copas de whisky pasado un tiempo nuestro cerebro empezará a funcionar de manera distinta, nos sentiremos más felices y eufóricos, y probablemente cualquier cosa que observemos nos producirá más alegría de lo normal. De la misma forma entonces el resto de alimentos consumidos en exceso nos produce diferentes tipos de emociones.
Uno de los primeros efectos que la gente experimenta cuando empieza a practicar la macrobiótica es una tranquilidad, paz y estabilidad emocional que no tenían antes. Esto se produce por dos cosas: eliminar de la dieta todos los alimentos extremos que generan también emociones extremas en el cuerpo, como carne, bebidas estimulantes, azúcar, leche y lácteos, etc. El otro aspecto es la introducción de cereales integrales en la dieta, que producen una absorción lenta de azúcares en la sangre y por tanto unos niveles equilibrados de estos. Cuando esto ocurre el cuerpo no necesita generar insulina extra, con todo el estrés digestivo que supone y que genera hipoglucemias en mayor o menor grado. Es lo típico que le ocurre a la gente que desayuna alimentos refinados y a las pocas horas necesitan tomar más alimento o un café porque “la cabeza no me rinde”.
Llevar una vida según los principios de la macrobiótica crea por tanto más vitalidad, nos sentimos capaces de realizar cualquier tipo de actividad durante todo el día, por tanto también nos elimina las excusas o los “miedos” a no hacer cosas y nos hace sentir más alegres por haberlas realizado. Mantenida durante largo tiempo también reduce las frustraciones y la rabia contenida debida a ellas, y también nos hace más compasivos y menos negativos ante las adversidades.